domingo, 9 de julio de 2017

EPÍLOGO DE MI CAMINO


A principios de este mes de julio de 2017, terminé mi peregrinaje por el Camino de Santiago Francés que comencé en julio de 2013.
Cuando me planteé hacer “mi Camino”, realmente no me lo planteé: fue una llamada. En todas las culturas milenarias se ha buscado la soledad y la pureza de la Madre Tierra para retirarse y encontrarse con lo más puro y universal del ser humano. Ir al encuentro de mi Espíritu fue lo que me movió para peregrinar por el Camino Francés.
El poder del retiro espiritual hace que te alejes pero no que te abandones, de las actividades y costumbres diarias y rutinarias, para poder tomar contacto con tu Espíritu. De esta forma, sientes el llamado de la Naturaleza desde el corazón y desde la libertad, para saborear la soledad y el silencio.
En este peregrinaje, mis herramientas de sanación fueron la meditación, mis viajes chamánicos, ejercicios de tai-chi y cantos armónicos acompañados de mis sonajas. Sentí en plenitud el movimiento de mi cuerpo, de mis pies en sintonía con las piedras de las sendas que iba transitando y que, paso a paso, actuaban como un mantra que iban relajando mi mente y mi espíritu. Aprendí la necesidad del desapego, de ir soltando aquello que me pesaba en mi mochila y de cómo iba conectando con lo auténtico y lo sagrado que hacía que me liberara de todos aquellos condicionamientos y exigencias mentales que me iban alejando de mi objetivo vital. Me observé en profundidad y pude abrir mi conciencia para sentir y reconocer la dimensión espiritual de mi vida: morí y renací recuperando mi Alma…
Estuve en lugares muy poderosos energéticamente, donde sentí cosas inexplicables y experimenté la levedad del Ser recorriendo espirales hechas de piedras y participando en círculos sagrados con personas que, como yo, estaban haciendo “su Camino”. En estos lugares de poder, pude conectar desde lo más profundo de mi Ser, con la esencia de la Vida: la Unidad. Y tomé conciencia de que todxs somos Uno y que estamos en sintonía con el Universo.
Me sentí acompañada siempre por los espíritus de aquellas personas que tanto he querido y que están en otro plano. Y es ahí donde comprendí la grandeza del Amor.
El Camino es una metáfora de la Vida. Hay subidas y bajadas, lluvia y vientos fuertes, frío y calor y que si te pierdes, te vuelves a encontrar…Conoces a personas diferentes pero, a la vez, iguales a ti: somos espejos de lxs otrxs. Y aprendes a Reconocer al otro como un igual y a Aceptarlo, pero sin interferir.
El Camino es como un baile con sus ritmos y sus pausas, una Visión con corazón porque te hace sentir que todo a tu alrededor es pura vibración y te abres al movimiento de la vida con confianza, paciencia…
El Camino es sanador porque sientes la fragilidad de tu ser abriéndote a una nueva sensibilidad donde la vida no para. Te ayuda a prestar atención a lo que tiene corazón y significado, integrando tus miedos y cicatrizando tus heridas.
En definitiva, aprendí que no se puede  parar el ritmo de la Vida y que hay que dejar que las cosas sigan su curso.

En el Camino, dejo mis huellas y el Camino me deja la suya…ULTREIA ET SUSEIA!!

EPÍLOGO DE MI CAMINO


A principios de este mes de julio de 2017, terminé mi peregrinaje por el Camino de Santiago Francés que comencé en julio de 2013.
Cuando me planteé hacer “mi Camino”, realmente no me lo planteé: fue una llamada. En todas las culturas milenarias se ha buscado la soledad y la pureza de la Madre Tierra para retirarse y encontrarse con lo más puro y universal del ser humano. Ir al encuentro de mi Espíritu fue lo que me movió para peregrinar por el Camino Francés.
El poder del retiro espiritual hace que te alejes pero no que te abandones, de las actividades y costumbres diarias y rutinarias, para poder tomar contacto con tu Espíritu. De esta forma, sientes el llamado de la Naturaleza desde el corazón y desde la libertad, para saborear la soledad y el silencio.
En este peregrinaje, mis herramientas de sanación fueron la meditación, mis viajes chamánicos, ejercicios de tai-chi y cantos armónicos acompañados de mis sonajas. Sentí en plenitud el movimiento de mi cuerpo, de mis pies en sintonía con las piedras de las sendas que iba transitando y que, paso a paso, actuaban como un mantra que iban relajando mi mente y mi espíritu. Aprendí la necesidad del desapego, de ir soltando aquello que me pesaba en mi mochila y de cómo iba conectando con lo auténtico y lo sagrado que hacía que me liberara de todos aquellos condicionamientos y exigencias mentales que me iban alejando de mi objetivo vital. Me observé en profundidad y pude abrir mi conciencia para sentir y reconocer la dimensión espiritual de mi vida: morí y renací recuperando mi Alma…
Estuve en lugares muy poderosos energéticamente, donde sentí cosas inexplicables y experimenté la levedad del Ser recorriendo espirales hechas de piedras y participando en círculos sagrados con personas que, como yo, estaban haciendo “su Camino”. En estos lugares de poder, pude conectar desde lo más profundo de mi Ser, con la esencia de la Vida: la Unidad. Y tomé conciencia de que todxs somos Uno y que estamos en sintonía con el Universo.
Me sentí acompañada siempre por los espíritus de aquellas personas que tanto he querido y que están en otro plano. Y es ahí donde comprendí la grandeza del Amor.
El Camino es una metáfora de la Vida. Hay subidas y bajadas, lluvia y vientos fuertes, frío y calor y que si te pierdes, te vuelves a encontrar…Conoces a personas diferentes pero, a la vez, iguales a ti: somos espejos de lxs otrxs. Y aprendes a Reconocer al otro como un igual y a Aceptarlo, pero sin interferir.
El Camino es como un baile con sus ritmos y sus pausas, una Visión con corazón porque te hace sentir que todo a tu alrededor es pura vibración y te abres al movimiento de la vida con confianza, paciencia…
El Camino es sanador porque sientes la fragilidad de tu ser abriéndote a una nueva sensibilidad donde la vida no para. Te ayuda a prestar atención a lo que tiene corazón y significado, integrando tus miedos y cicatrizando tus heridas.
En definitiva, aprendí que no se puede  parar el ritmo de la Vida y que hay que dejar que las cosas sigan su curso.

En el Camino, dejo mis huellas y el Camino me deja la suya…ULTREIA ET SUSEIA!!

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