jueves, 24 de octubre de 2013

Cuánto tiempo hace que no nos permitimos sentir?
Cuánto tiempo hace que no nos detenemos a escucharnos?
Y cuánto hace que no vemos hacia nuestro interior?
Cuando sufrimos una grave pérdida en nuestras vidas y sentimos dolor, sólo nos centramos en las personas que más amamos y que son importantes para nosotros/as:  dejamos a un lado nuestros proyectos, nuestros éxitos personales,nuestros reconocimientos y nos abrimos a lo más superfluo, a lo bello, a la esencia de la vida...
A veces, la vida nos pega fuerte: sentimos rabia, enfado, lloramos...Todo ello nos transportará a sentimientos amorosos con la vida; nos reconciliamos y damos paso al cuidado de nuestro corazón, a nuestro verdadero yo, a esa parte mágica que no sabíamos que existía.
Y como magos/as que somos, empezamos , a percibir todo lo que nos rodea. Como un árbol, necesitamos restaurar nuestro equilibrio entre nuestras raíces y nuestras ramas, entre el cielo y la tierra, integrarnos íntimamente en nuestro mundo. Así, sin pensar ni razonar, simplemente dejándonos llevar por la intuición, como la rama del árbol que mece el viento...
Y es entonces cuando aceptamos la vida tal y como es, y nos permitimos ese amor hacia nosotros/as mismos/as, que nos deja ver tal cual somos, aflorando nuestra alma, que siempre ha estado ahí: dormida. Y que ahora, que nos hemos desprendido de todo, ocupa el lugar exacto que debe ocupar.
Cuánto tiempo hace que no nos permitimos sentir?
Cuánto tiempo hace que no nos detenemos a escucharnos?
Y cuánto hace que no vemos hacia nuestro interior?
Cuando sufrimos una grave pérdida en nuestras vidas y sentimos dolor, sólo nos centramos en las personas que más amamos y que son importantes para nosotros/as:  dejamos a un lado nuestros proyectos, nuestros éxitos personales,nuestros reconocimientos y nos abrimos a lo más superfluo, a lo bello, a la esencia de la vida...
A veces, la vida nos pega fuerte: sentimos rabia, enfado, lloramos...Todo ello nos transportará a sentimientos amorosos con la vida; nos reconciliamos y damos paso al cuidado de nuestro corazón, a nuestro verdadero yo, a esa parte mágica que no sabíamos que existía.
Y como magos/as que somos, empezamos , a percibir todo lo que nos rodea. Como un árbol, necesitamos restaurar nuestro equilibrio entre nuestras raíces y nuestras ramas, entre el cielo y la tierra, integrarnos íntimamente en nuestro mundo. Así, sin pensar ni razonar, simplemente dejándonos llevar por la intuición, como la rama del árbol que mece el viento...
Y es entonces cuando aceptamos la vida tal y como es, y nos permitimos ese amor hacia nosotros/as mismos/as, que nos deja ver tal cual somos, aflorando nuestra alma, que siempre ha estado ahí: dormida. Y que ahora, que nos hemos desprendido de todo, ocupa el lugar exacto que debe ocupar.

LA VENTANA INDISCRETA/COVID-19

Ya hace un mes desde que decretaron el confinamiento por COVID-19 y me ha llamado la atención la relevancia que han tomado las ventanas e...