Cuando decidí hacer "mi camino" lo hice así,sin más...
Sin mapas,ni guías,sin propósitos,ni metas.
Con una mochila prestada,cargada con lo justo y necesario,en donde mi alma y yo andaríamos juntas y abiertas a dejarnos llevar por el polvo de las sendas,y sentir la energía que infunde la contemplación y el silencio.El sentimiento de abandono y plenitud que sentía al caminar,resultó ser un trabajo interior que,aunque sutil,fue dando sus frutos casi sin darme cuenta.
Porque el camino no se acaba cuando vuelves a la cotidianeidad,sigue día a día,porque una es el camino. No es un espacio aislado,hay que sentirlo,escucharlo,vibrar y seguir las señales. Solemos obviar lo obvio,es la eterna paradoja.Por eso,a veces,el camino se hace exigente,abrupto...pero el secreto está en seguir andando pero no con la mente,sino con el Corazón.